Te invito a tomar la leche porque no me animo a ser más explicito.
Somos sólo dos niños que se gustan.
Te miro y te obligo.
Te compro con té de naranja y Edith Piaf.
Te sigo mirando y me enamoro.
Te sigo buscando y perdiendo,
y buscando.
Y ganando.
Cada día, cada mañana y cada tarde,
y cada Tatín que te entrego.
Te veo a la tarde de cada domingo.
Te veo y te miro,
y te amo.
Lo digo.
Y después espero.
Espero y espero y sigo esperando.
Hasta que llega la invitación.
La mejor merienda posible.
¿Café? ¿Té? Amo.
Y con eso me duermo
Y entonces viene todo lo otro.
Y entonces esa remera sigue esperando debajo de tu cama.
Y entonces el pez se queda en el suelo.
Y entonces jugamos a la batalla naval a las nueve y en la cama,
solo para que tu abuela no sepa que dormimos juntos.
Y entonces te beso ese labio lastimado de amor porque no puedo aguantarme y me retan.
Y entonces te pierdo y ahora si,
ahora,
te escribo y te extraño.
Y te espero, de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario