lunes, 14 de febrero de 2011

Sobre el destino de palabras, y miradas y demases.-


El cantautor Silvio Rodríguez se pregunta, con exagerada razón, ¿a dónde van las palabras que no se quedaron? Se pregunta también; ¿a dónde van las miradas que un día partieron?
Creo que se van para, en realidad, quedarse. Se van, pero nos acompañan, a veces de manera silenciosa, y otras veces no tanto.
Creo que en ese cúmulo de recuerdos que nos hace doler el alma están esas palabras, esas miradas. Creo, por consiguiente, que están en estas palabras, que están también acá esas miradas.
Están en cada carta, en cada mensaje, en cada canción. En cada paisaje. Se vuelven inmortales cuando hacen que algo adquiera su sentido, cuando hacen que algo las evoque. Se vuelven inmortales, pues, cuando de su recuerdo nace algo nuevo.

Están, ni más ni menos, en las mismísimas preguntas que dicho compositor se hace. Imperecederas. Inclaudicables.

Son universalmente cíclicas, son universalmente bellas, por más dolor que generen, por más angustia que produzcan. Están, entonces, en todas esas cosas que nos hacen viajar en el tiempo.
Las palabras en efecto, se quedaron. Se quedaron para hacernos recordar que vivimos, que queremos, que extrañamos. Se quedaron para siempre, se quedaron impregnadas de sentido. Se quedaron y se quedan más bien, porque  reaparecen cuando son, como decía antes, evocadas. Y se quedan ahora, cuando creo, cuando escribo. Cuando las vuelvo a traer, una vez más al papel; para que mañana sean recuerdo y más adelante papel de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario