Amigos y lectores habituales o no tanto del Blog, les quiero contar con muchísima alegría que "Notas para Ernestina" ya existe en papel con tapa, lomo y contratapa como cualquier libro hijo de vecino... Si les gustó algo de lo que leyeron acá y no pueden aguantar la ansiedad de leer más y más y más, pueden preguntar cómo adquirirlo escribiendo a juanjosegiannotti@gmail.com (al módico precio de $30). También se consigue en Córdoba Capital en
y próximamente en el interior de la provincia, así que ya iré actualizando esa información. Un saludo gigante a todos y gracias por entrar, de tanto en cuanto, a chusmear que hay por acá...Notas para Ernestina
domingo, 9 de diciembre de 2012
sábado, 3 de noviembre de 2012
La polémica entre Albert y Alfred, capítulo uno.-
(texto un tanto ajeno a las Notas para Ernestina, pero aún así digno de ser leído, o no, no sé. Dedicado a quienes hacen "Esquicio de Radio, arquitectos al aire", por la Radio Cooperativa GEN, FM 107.5)
La polémica entre Albert y Alfred, capítulo uno.
Corría el año 47 cuando
conocí al señor Alfred, no voy a decir nuestras edades porque no viene al caso,
pero si puedo decir que, en aquel momento, la juventud estaba ahí, presente,
constante.
El momento en cuestión lo
recuerdo como si fuera ayer, y es que uno puede olvidar el momento en que
conoció a un amigo, a un amor, pero jamás olvida el momento en que conoce a un
enemigo.
Como dije anteriormente,
corría el año 47, y estábamos diseñando el hoy ya extinto Club de Bochas del
Barrio Güemes. El señor Alfred se presentó como el arquitecto en jefe. Con
aires poco humildes intentó convencer a los presentes de que los clubes de
bochas eran cosa del pasado, “cosa de pobres”. Su máxima era de que en ningún
proyecto suyo jamás habría ni canchas de bochas ni asadores (máxima que parece
haber calado hondo en la academia arquitectónica).
Ante tal actitud yo y otro
grupo de caballeros decidimos ignorar al señor Alfred, y llevar a cabo el
proyecto sin planos ni esas cosas burocráticas. Nos fuimos a la whiskería y, en
un papel de servilleta, dibujamos el mejor Club de Bochas jamás diseñado,
canchas de bochas, asadores, whiskerías de patio y hasta percheros esparcidos
por el parque, para poder colgar nuestros sombreros. Tenía todo lo necesario
para el caballero de la época, popular, pero refinado. Cuando ideamos la sala
principal, el acuerdo era unánime, iba a tener por piso un fantástico parquet.
Terminamos el dibujo y fuimos
a enfrentar al señor Alfred. Recuerdo que lo primero que dijo -después de
escuchar nuestras ideas- fue: -“Claro, asadores y parquet, ustedes sí que ya
pensaron en todo”-.
Él argumentó que era amigo
del arquitecto Jaime Roca -ya fallecido-
y no iba a permitir semejante insubordinación de nuestra parte. Ante la
evidente correlación de fuerza en nuestro favor, y luego de una acalorada
discusión, aceptó firmar los papeles que hicieran falta, de modo que nosotros tuviéramos
nuestro Club, y él tuviera sus laureles por la obra (y su cheque, claro está).
La concreción de la obra
generó un sinfín de problemas, cruces y choques.
Recuerdo sin ir más lejos una
discusión sobre las paredes del salón principal, los baños, el quincho y
también la estructura de los asadores.
El señor estaba empecinado en
que había que utilizar ladrillos comunes, si, de esos de cerámica, color ladrillo,
valga la redundancia. Para colmo de males, la disposición que quería utilizar
es aquella que se conoce vulgarmente como “aparejo a sogas”. Intenté explicarle
de que ese método no funcionaría, pero enfureció. Empezó a gritar que era
ladrillo común o nada. Levantando también la voz, le expliqué que había que
utilizar ladrillo hueco, me interrumpió irónicamente al grito de “¡ladrillo
hueco, ja!”. Levanté aún más la voz y le expliqué que debíamos usar ladrillo
hueco, ni más ni menos, pero con una salvedad. Rellenaríamos los ladrillos con
arena y los ubicaríamos con una pequeña pendiente. Éste era un truco que había
aprendido en mis viajes por el Caribe, los viejos fuertes de la época colonial
tenían siempre, dentro de sus paredes, arena, y estas paredes estaban, siempre,
inclinadas.
Con rostro relajado, y
sonrisa burlona me preguntó qué demonios tenían que ver los fuertes coloniales
con nuestro futuro Club.
Desencajé su sonrisa cuándo
le expliqué que necesitábamos paredes a prueba de bochazos, así como las
autoridades coloniales necesitaban fuertes a prueba de cañonazos.
Lo que no entendía el señor
Alfred es que un jugador de bochas, con algunas copas de más (recuerden nuestro
que revolucionario Club de Bochas venía con whiskerías de patio) no tiene lo
que uno llamaría, buena puntería.
Finalmente, se construyó con
el método propuesto. La historia del Club la conocen todos (y si no la conocen,
ya la contaremos), y de no ser por aquel nefasto suceso sus paredes estarían
hoy levantadas, no intactas de bochazos, pero si fuertes de estructura.
jueves, 25 de octubre de 2012
Tenemos tapa, tenemos! .-
¡Ya tenemos tapa y contratapa!
...En un par de semanas nomás entramos a la imprenta, muy entusiasmados todos!
viernes, 28 de septiembre de 2012
Intitulado 3.-
No
se como poner en palabras ese cúmulo de sensaciones que me aprisionan al pensar
en vos.
Por
alguna razón, que entiendo, pero me gusta negar, condeno acciones tuyas que son
ejercidas en el marco de tu libertad personal, y que son similares a acciones
que yo también suelo llevar a cabo. Condeno esas acciones simplemente por
celos, la vida occidental nos educó para desarrollar un sentido de pertenencia
basado en la monogamia, que es totalmente natural y al mismo tiempo no.
Digo
que entiendo las razones de ese pensamiento, pero a pesar de ello no puedo
dejar de sentirlo. La sola idea de imaginarte en los brazos de otros me
carcome, a pesar que yo he abrazado mujeres y vos mereces ser abrazada.
¿Por
qué razón no puedo simplemente separar cal de arena y orientar mis pensamientos
hacia otras latitudes? ¿Por qué no puedo entender que así como yo sigo adelante
vos tenés derecho a hacerlo?
Me
gusta pensar que escribo esto para sacarme de adentro amores atragantados…
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