jueves, 20 de octubre de 2011

Sobre este libro.-


“Notas para Ernestina” es producto de la necesidad de quien escribe de descargarse; de comunicarse. De decir todo eso que tiene atragantado y, en definitiva, sacárselo. Esta necesidad se puede leer de varias maneras dependiendo del humor del escribiente. En un principio, las Notas no eran sino una forma de decirle a Ernestina todo eso que ella me hacía sentir, era, por momentos, el único modo que encontraba de hablar con ella, de decirle que la extrañaba, de decirle que la quería. No se asuste Querido Lector (¿puedo llamarlo Querido?), Ernestina no está muerta y yo no le escribo al más allá. Simplemente había cosas que no podía decirle, digamos, de frente, pero que, como a usted le habrá pasado alguna vez, necesitaba decir. ¿Quién no necesita a veces buscar refugio? No lo hacemos sólo cuando escribimos, lo hacemos también cuando leemos una novela, cuando vemos una película. Cuando escuchamos ese disco que tanto nos gustaba. Si se fija lector, en momentos de debilidad del corazón uno siempre busca en otros textos cosas que le recuerden a esa pareja, que lo hagan sentir identificado (a pesar de que este proceso pueda ser parcial o totalmente inconsciente). ¿Quién no se sintió identificado, pues, con frases de Cien Años de Soledad de García Márquez?, ¿quién no vió (por nombrar alguna) Corazón Valiente y, a pesar de estar lejos de la Escocia Medieval, se emocionó con tamaña historia de amor? ¿No será, Lector, que nos gusta encontrarnos allí?, ¿no será, Querido, que encontrándonos allí nos sentimos acompañados? Compartimos los momentos felices de estos personajes porque a pesar de la lejanía histórica o geográfica nos recuerdan a nuestros momentos felices, y nos sentimos menos solos cuando a ellos también el destino les juega una mala pasada. No al vicio el Romeo de Shakespeare decía ser juguete del destino, y vaya si los somos.

Pero bueno, volvamos a lo nuestro. Las Notas tienen que ver con otros procesos que se llevan a cabo en la cabeza de quien aquí les habla. Si bien son, como no he dejado de aclarar, para Ernestina, fíjese que han evolucionado, han pasado a otro nivel. Ahora no son sólo para la Musa, son también para usted, (y aquí le permito sonrojarse), pues es en usted en quien pienso, y es para usted que escribo estas líneas. Se podría decir, sin más, que en este preciso instante ya no es Ernestina, sino usted, “la Musa” de esta publicación. ¡Vaya! tamaño compromiso tiene usted ahora, pues si se me nubla la mente, y ya no sé que escribir, no tengo más que echarle la culpa. Cumpla, Querido Lector, y haga de estos párrafos algo digno de ser leído.
Interesante juego el que empezamos a jugar ahora, a pesar de que no lo conozco, y usted no me conoce; de repente el futuro de éste, mi libro, está en sus manos, y, ¿sabe que es lo mejor? Usted todavía no lo sabe.

Retornemos. Como ya se habrá dado cuenta tengo una ligera tendencia a desviar el hilo de nuestro relato, aunque como ya le dije, compartimos la responsabilidad. Usted como Musa, y yo como escritor. Le he estaba diciendo que las Notas han ido evolucionando. Para serle sincero, cuando por primera vez nació una de ellas, lo último que pasaba por mi cabeza era publicarlas. Ahora, con unas cuantas hojas ya escritas la idea es otra, y surgen, pues, nuevos interrogantes… ¿Quién no soñó nunca con escribir un libro?, ¿hay acaso placer más magnífico que el nombre de uno en una tapa?, ¿qué la gente aplauda lo que uno escribe? Sincerémonos, no queda lindo sacar a relucir que uno tiene un ego, y que como cualquier ego a uno le gusta que esté inflado. Pero usted se ha portado bien conmigo, no sólo está leyendo lo que escribo, sino que además ha aceptado ser mi Musa (aunque desconozco si de buena o mala manera) y por lo tanto lo último que podría hacer es mentirle, y por eso cuento esto que le estoy contando. (¿Estará aceptada una oración como esta última en los círculos literarios?)

Las notas no son lo único que ha ido evolucionando, Ernestina misma ya no es quien era, ha pasado de ser la pareja que no fue, a la protagonista de no solo este, sino también otros relatos. Ha adquirido cualidades que no poseía, muchas veces tomadas (en algunos casos de manera consciente, y en otros de manera inconsciente) de libros o películas como las antes mencionadas. Inclusive sus cualidades, o mejor dicho características, han sido también modificadas… tanto resaltadas como disminuidas. Este proceso de cambio, debo decir, no ha sido sino más que el lógico proceso de metamorfosis que sufre el sujeto cuando es trasladado de la realidad al papel. Es modificado para hacer que sus acciones sean más entendibles, para permitir el curso lógico u ordenado del relato, o -por qué no- también para darle más color. Es modificado, además, por que quién escribe ya no piensa en “Ernestina, esa chica que le rompió el corazón”, sino en “Ernestina, la de las notas, la Musa”, la que puede tener todas esas características que uno quisiera, y aún así seguir siendo el mayor ejemplo de humanidad posible. Es difícil explicarlo, pero en el papel se pueden hacer coherentes las incoherencias, y por eso Ernestina crece sin quererlo. Se puede decir que era la mujer más hermosa de todas, y al mismo tiempo la más fea, y tiene lógica. No así fuera de este soporte, pues cada vez que expongo mis sentimientos encontrados afuera de las páginas, debo explicar la causa o razón de cada uno de ellos, y ni aún así logro quitarle toda esa “incoherencia” de encima, aunque, seamos sinceros, si el amor fuera coherente no existiría.

2 comentarios:

  1. este es el mejor, lejos lejos lejos donde cagó un conejo te digo...

    (acá es donde tenés la posta juancete, LA POSTA)

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  2. gracias pai! A mi también me cae muy bien este textin...

    abrazo!

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